Sunday, October 14, 2007
23:30
Habían pasado casi veintitres horas desde que empezaba el lunes cuando pude verte bajar del colectivo otra vez. Note ese viento helado, que desde el fondo supe que no venía simplemente del clima de esa noche, ni de la velocidad de la autopista, sino desde el fondo de tu pecho, y temblando decidi por fin acercarme a abrazarte. No me importara que tan tarde, ni lo que pensaras, ni las luces de los autos en movimiento ni de los edificios que descansaban mientras yo trataba de mantenerme bien despierto con tal de no ver pasar las horas. Y asi esperamos, y asi volvimos, en silencio y de la mano por el mismo camino que habíamos recorrido desde que eramos unos pendejos quinceañeros. Creí que cada parada de colectivo era un latido menos, y que cada semaforo en rojo era un respiro más. Pero llego el momento de bajar, y ni yo era conciente de que cada escalón iba a ser casi como romperme las piernas. Casi, pero no, porque todavia tenia tu mano. Entonces entramos, como cada lunes, a esperar que nos lleven, en esos autos tan ajenos, con olores y sonidos diferentes cada vez, pero que eran tan familiares mezclandose con los de tu pelo y tu piel fria. Siempre sonaba alguna cancion que nos causaba una carcajada interna, o ni siquiera eso. Siempre vos mirando a tu izquierda, y siempre yo mirando a mi izquierda, buscando tus ojos. Bajabamos. Yo habia aprendido a usar mi boca, creo que dijiste. Y decidi tomarme mas tiempo del habitual en abrir el porton con mi dedo todavia tembloroso. Eran las ganas de abrazarte, ahogarte en esas horas que tenia las que no me dejaban poner la llave en la oxidada cerradura de la puerta. Y entramos. Las luces eran tenues como siempre, y nos besamos como hoy desearia que nos besaramos. Pasamos por la puerta corrediza esquivando a mis gatos, siempre interesados en tus caricias, como no... Entonces comimos algo, más despacio de lo acostumbrado, supongo por la sospecha de que pasaria bastante hasta que me veas cocinandote algo y yo te viera ahi, mirandome hacerlo. Entonces te bese de nuevo. Comimos. Nos miramos. Nos besamos. Seguimos comiendo. Casi como el latir de nuestros corazónes, nos levantamos de un salto que supimos era lo correcto, y fuimos bajo las luces tenues otra vez, a mirarnos por un largo rato que grabe a fuego acá. Eran tantos los colores suaves, tantas las miradas que se escapaban, y tantos los aromas tuyos que no me atreveria a olvidar, que decidi guardar bien ese momento. Lo que paso despues es simplemente una forma de demostrar que en realidad siempre hubo ese fuego que nos fundia en uno, y que termino por quemarme vivo y dejar esto que hoy no es más que cenizas de lo que desearía. Las sabanas nunca jamas fueron tan frias, ni tan filosas como esa ya madrugada de martes. Tan filosas que sentia que cortaban mi espalda mientras te besaba, viendo como dos lagrimas se mezclaban en una que caia por tu hombro. Tan frias que por un momento nuestros musculos se paralizaron y pude ver mis ojos en los tuyos, aterrados. Lo demas es solo nuestro. Como siempre lo fue. Siempre nos caracterizamos por ser muy nuestros, en todo sentido, y es algo que siempre va a pasar. Al menos desde mi punto de vista. Asi que sin nada que decir ni que sentir nos perdimos en el sueño enredados de brazos. Me desperte con el disparo del telefono justo a mi cabeza. Eran las nueve y media. Me pediste que te abrace un rato mas, y asi lo hice. Otra vez el telefono. Esta vez mi corazón recibia el impacto, al darme cuenta que cada vez se hacia mas tarde para todo. Y fueron los últimos abrazos. La ultima mirada hacia tu asiento de colectivo. La ultima vez que escuchaba The Promise Ring despues de acompañarte hasta ese maldito hospital. A esa maldita parada. A ese maldito recoveco que llamaba nuestro. Nunca más iba a cagarme de frio, nunca más ibas a abrazarme para evitarlo, nunca más ibamos a aguantar una hora a ese puto 21 que nunca venia, nunca más nunca. Ni domingos. Ni martes a la tarde. Simplemente se cumplio la frase más dramática que alguna vez dije. Que tanto te gusto. Y sigo sintiendote tan lejos como aquel año en el que descubri que tener dos alas no sirve de nada si no hay alguien que te espere en el suelo con los brazos bien abiertos, simplemente para que la caida no sea tan dura. Podria hacer mi esfuerzo para aprender a aterrizar. Pero las canciones, los colores, las fotografías y cada aspecto minimal que pueda ver me dicen que la caida no seria ni tan suave ni tan tibia como lo seria entre tus brazos.
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5 comments:
el otro dia estaba ordenando mis carpetas y habia una que se llamaba Facu-
entre y encontre muchisimos escritos tuyossss y me puse a leer.
te dije lo lindo que era leerte?
(esta mal dicho no? no importa, me gusta como suena)
te quiero facu.
Sí, es lindo leerte.
yo siento que leerte es como comprar miles de arcoiris.
me gustan tus palabras
espero no t moleste q las lea, t pido permiso en forma inversa.
un abrazo!
saludos!
Hola!, el combinado sale 450 con el envio en capital incluido.
Funciona muy bien, y esta muy lindo.
Un saludo.
Gonzalo
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mail/msn: info@soymicasa.com.ar
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